La carrera de la industria de la confección global para abaratar los costes de producción tiene un coste muy alto: la salud y la seguridad de las personas trabajadoras. Más de un siglo después del inicio de la revolución industrial, de regulaciones y tratados laborales internacionales, las condiciones de trabajo en este sector no han mejorado visiblemente: miles de personas cada día siguen arriesgando su salud y muchas pierden la vida mientras cosen la ropa.

La exposición a productos tóxicos y técnicas peligrosas, como el sandblasting, provocan en muchos casos enfermedades graves. Las malas condiciones de trabajo y las largas jornadas muchas veces suponen dolores crónicos, problemas respiratorios, desmayos… Por otro lado el abandono estructural de la seguridad en los edificios hace que sean frecuentes los incendios causados por fallos eléctricos, las explosiones de calderas e incluso los derrumbes de fábricas.

Ninguna persona trabajadora tiene que arriesgar su salud, su seguridad o su vida por el simple hecho de ir a trabajar.

Nuestro objetivo es que los gobiernos, las marcas y los empresarios tomen medidas para garantizar lugares de trabajo seguros.

 

Desde los últimos desastres laborales sucedidos en el sector textil, el interés internacional en materia de seguridad en la industria de la confección ha crecido considerablemente. El accidente más grave de la industria, el derrumbe del Rana Plaza en Bangladesh en 2013 que causó la muerte a 1136 personas y dejó heridas a más de mil, supuso el aumento de la presión púbica y política hacia la creación de un entorno de trabajo seguro y saludable.

Estos desastres evitables pusieron en evidencia que los sistemas voluntarios de regulación y las auditorías no son suficientes para garantizar un entorno seguro a las trabajadoras. Es necesaria una mayor regulación e inspección, así como acuerdos jurídicamente vinculantes con las marcas. Pero sobre todo, para conseguir unas condiciones laborales seguras es fundamental contar con que las personas trabajadoras puedan abordar estos temas libremente, sin miedo de ser represaliadas.

Hasta que los desastres en la industria textil desaparezcan, exigimos que se garantice que todas las personas reciban el apoyo médico y financiero necesario para que puedan comenzar a reconstruir sus vidas.

Creemos que:

1Nadie debe arriesgar su salud, su seguridad ni su vida por el simple hecho de ir a trabajar
2Gobiernos, marcas y empresarios deben tomar medidas para garantizar lugares de trabajo seguros
3 Es necesaria una mayor regulación e inspección, así como acuerdos jurídicamente vinculantes con las marcas.

El 24 de abril de 2013, el edificio Rana Plaza en Bangladesh se derrumbó, matando a 1.134 personas y dejando miles de heridos. Es hasta ahora el peor desastre industrial que ha golpeado al sector de la confección.

El derrumbe del Rana Plaza atrajo la atención de todo el mundo hacia las trampas mortales en las que muchas veces se convierten los puestos de trabajo dentro de la industria de la confección. La atención pública y de los medios de comunicación hicieron posible una mayor presión política que dio lugar a importantes cambios en la prevención y la solución de accidentes laborales. Por primera vez se ha podido firmar un acuerdo vinculante con el establecimiento del Acuerdo Sobre Incendios y Seguridad en Edificio en Bangladesh; además se firmó el Acuerdo del Rana Plaza para la compensación de las supervivientes y las familias.

Es cierto que ninguna cantidad puede compensar la pérdida de un ser querido o las secuelas físicas y emocionales de quienes sobrevivieron a la tragedia, pero también lo es que supervivientes y familiares de las víctimas tienen que ser compensados por las pérdidas financieras y los gastos médicos sufridos como consecuencia del desastre. Después del desastre del Rana Plaza se estableció el Acuerdo, que incluía un fondo fiduciario para recaudar contribuciones de las 29 principales marcas globales, que tenían pedidos recientes o actuales con al menos una de las cinco fábricas de ropa del edificio Rana Plaza. No fue hasta dos años después de la catástrofe y de una potente campaña, que las últimas marcas reticentes, como Benetton, accedieron a pagar una cantidad apropiada al fondo y se acabó logrando el objetivo de indemnización de 30 millones de dólares.

El 24 de noviembre 2012 estalló un incendio a la fábrica de ropa Tazreen en Bangladesh. Las salidas al exterior estaban cerradas, dejando a las trabajadoras atrapadas en el interior del edificio. La única salida era por las ventanas de los pisos superiores, puesto que las ventanas inferiores tenían rejas. Más de cien trabajadoras resultaron heridas saltando desde las ventanas. Durante los últimos tres años, las familias de los muertos y heridos han seguido luchando por una compensación por la pérdida de sus seres queridos o la de su propia capacidad para obtener ingresos.

Tazreen producía para el gigante americano Walmart, El Corte Inglés, KIK, Disney, Dickies y C&A entre otras marcas.

En 2014 se firmó un acuerdo de compensación entre IndustriALL Global Union, la Campaña Roba Limpia, C&A y la Fundación C&A. En septiembre de 2015 este acuerdo dio lugar a la creación de la Administración del Fondo Fiduciario Tazreen, que supervisa el proceso de reclamaciones, coopera con las organizaciones que representan a las familias y recoge fondos para hacer los pagos.

El fideicomiso aportó el dinero para cubrir los pagos principalmente a través de contribuciones de marcas y minoristas que producían en la fábrica Tazreen. C&A, Li & Fung (propietario de Sean Jean), BRAC EE.UU. (en nombre de Walmart), El Corte Inglés y la marca alemana Kik pagaron al fondo. Otras marcas que se proveían en Tazreen no han asumido todavía ninguna responsabilidad con las personas supervivientes y las familias de las trabajadoras muertas.

En junio de 2016, la Administración del Fondo Fiduciario logró su hito, facilitando el pago completo a todas las trabajadoras con lesiones y a los familiares de las que murieron. Este hecho supuso un importante reconocimiento de los derechos de las supervivientes y las familias afectadas por el incendio Tazreen, después de haber sido eclipsado por la magnitud de la catástrofe Rana Plaza. El proceso de reclamaciones de Tazreen también establece además, la posibilidad y la necesidad de garantizar que las víctimas de cualquier desastre futuro, reciban una compensación por la pérdida de ingresos y apoyo de acuerdo con las normas y estándares internacionales.

Si bien el proceso de reclamaciones ha concluido, la lucha de las familias Tazreen no ha acabado. Exigen que los responsables de las muertes y las lesiones de sus seres queridos rindan cuentas ante un tribunal, y siguen a la espera del juicio de Delwar Hossain, el amo de Tazreen Fashions.

Seguiremos apoyándolas en su lucha hasta que se consiga justicia total.

El 11 de septiembre de 2012 tuvo lugar el desastre industrial más mortífero en la historia de Pakistán, y uno de los peores incendios en una fábrica en el mundo. Kik, la única empresa de ropa responsable todavía no ha rendido cuentas.
La fábrica Ali Enterprises estalló en llamas, causando la muerte de 254 personas, e hiriendo gravemente a 55 más. A medida que el fuego arrasaba la fábrica, las trabajadoras quedaron atrapadas en el edificio, detrás de ventanas con rejas y puertas de salida cerradas. En la planta baja, las trabajadoras se quemaron vivas. En el segundo piso, donde las ventanas no tenían salida, las trabajadoras murieron asfixiadas por el humo. En el  sótano, el agua caliente que fluía de las mangueras de los bomberos las hirvió vivas.

Después del incendio, se reveló que la fábrica estaba produciendo pantalones vaqueros para el minorista alemán Kik, al encontrar entre los escombros y los destrozos etiquetas de la marca. También se supo que los gerentes de planta obligaron las trabajadoras a permanecer dentro del edificio, ordenando cerrar las puertas, para tratar de salvar las pilas de pantalones vaqueros con destino a las tiendas de Kik. Un superviviente declaró: “Impedían que las personas saliéramos, para salvar la ropa” .

La completa indiferencia de Kik por la seguridad de las trabajadoras ha costado miles de vidas en Pakistán y Bangladesh. Kik es la única compañía en el mundo que se ha relacionado con los peores desastres de fábricas textiles en la historia reciente – el fuego de la fábrica Ali Enterprises en el Pakistán, el fuego de la fábrica Tazreen en Bangladesh  y el colapso del edificio Rana Plaza, también en Bangladesh. Un total de 1.500 trabajadoras de la confección han muerto como consecuencia de estas tragedias. Miles más resultaron heridas, y siguen luchando con las lesiones en su día a día.

Una compensación conseguida después de 4 años

Después de cuatro años de campaña y meses de negociaciones, se ha logrado un acuerdo para que Kik pague una indemnización de más de 5 millones de dólares a las supervivientes y familiares de las trabajadoras muertas en el peor accidente industrial de Pakistán. El acuerdo fue posible gracias a las negociaciones facilitadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) entre la IndustriALL, CCC, y KIK, a petición del Ministerio Federal Alemán de Cooperación Económica y Desarrollo.

Duodécimo aniversario del incendio de la fábrica Ali Enterprises

Duodécimo aniversario del incendio de la fábrica Ali Enterprises

El 11 de septiembre de 2012 la fábrica Ali Enterprises (Karachi, Pakistán) ardió con centenares de personas atrapadas en su interior. Más de 250 personas murieron en el incendio más mortífero de la industria de la confección. En este día recordamos a todas las personas que fallecieron y nuestros pensamientos están con todas las familias en duelo. Nuestro compromiso es garantizar que esto no vuelva a ocurrir.

11 años desde el derrumbe del Rana Plaza las fábricas son más seguras, pero persisten las causas profundas de la tragedia

11 años desde el derrumbe del Rana Plaza las fábricas son más seguras, pero persisten las causas profundas de la tragedia

Aunque se han logrado avances sin precedentes para que las fábricas sean más seguras, la brutal represión de los derechos de las trabajadoras que sigue produciéndose en respuesta a las protestas por el aumento del salario mínimo ha demostrado que las marcas de ropa que producen en Bangladesh siguen sin garantizar el respeto de los derechos básicos de sus trabajadoras.

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